Las impresoras 3D no imprimen, construyen. No esparcen tinta sobre papel, van acumulando material capa tras capa hasta formar objetos. El proceso, conocido también como manufactura por adición, puede durar días enteros.
El primer paso es dibujar el objeto. Quienes no tengan esa habilidad pueden elegir figuras prediseñadas. Los planos tienen que ser tridimensionales, por lo que se necesita de solidworks
El siguiente paso es trasladar ese diseño y convertirlo en un objeto. Existen diversas compañías que ofrecen el servicio de “impresión”. Basta con cargar el archivo .STL (que significa Lenguaje de Mosaico Estándar por sus siglas en inglés) y elegir el material. Hasta ahora se ha usado plástico, papel, chocolate y células vivas.
El proceso es de adición de capas de manera sucesiva y cada capa mide cerca de 0.1 milímetros; Por ello, una pieza puede llevar varias horas o días para estar lista. La traquea de Kaiba Gionfriddo tardó un día entero en construirse.
La historia de las impresoras 3D inició en 1976, cuando se inventó la impresora de inyección de tinta. En 1984 los avances de dicha impresora se modificaron de imprimir tinta, a imprimir materiales. En ese año Charles Hull, cofundador de 3D Systems inventó la estilográfica, un proceso de impresión que permite crear un objeto tridimensional a partir de información digital.
En 1992 se produjo la primera máquina que involucra un láser de rayos UV de “fotopolímeros solidificantes”. Un líquido con la viscocidad y el color de la miel, que crea partes tridimensionales capa por capa.
En 1999 se implantó el primer órgano hecho en un laboratorio, cuando un paciente se sometió a un aumento de vejiga mediante una estructura en 3D cubierta de sus células. En la década del 2000 se empezó a experimentar con la “impresión” de órganos y tejidos con esa tecnología. En los últimos cinco años se han impreso aeronaves, automóviles, joyas y hasta una quijada prostética.
En el futuro, hasta comida
Las impresoras pequeñas, hechas para crear juguetes o pequeños gadgets cuestan al menos mil dólares. Una profesional cuesta entre 15 mil y 60 mil dólares y las industriales, con las que incluso se pueden “imprimir” casas, alcanzan precios de hasta 600 mil dólares. Algunas de las compañías que están explotando este nuevo mercado son Shapeways, Sculpteo o Thingverse.
Las impresoras 3D también las han usado para crear las partes de un auto totalmente funcional. El proyecto fue desarrollado por Jim Kor en Winnipeg, Canadá el 10 de febrero de 2013. La semana pasada, la NASA otorgó una concesión para desarrollar una impresora que cree comida para sus astronautas a la compañía Anjan Contractor.
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